Hola, soy la fotógrafa, diseñadora y una de
las moderadoras de la página Modestia es Belleza. Contar mi testimonio es algo
curioso, pues desde pequeña, siempre he utilizado falda o vestido. Sin embargo
es un testimonio que de todos modos deja un ejemplo claro, ya que estuve a
punto de seguir las corrientes mundanas y de abandonar la modestia.
Yo veía el usar falda como algo natural y no daba objeción. Me parecía normal
que las niñas vistiéramos distinto de los niños y más cuando a simple vista se
podía observar que nosotras no nos prestábamos al relajo durante la clase
mientras que los niños eran más inquietos. Eso cuando estaba en un kinder
montessori. La verdad no me acuerdo el haber recibido críticas de mis
compañeras por vestir así. Y todas se
dibujaban con falda, los letreros del baño para niñas venían con muñequitas con
falda, las canciones de cri-cri eran de niñas vestidas decorosamente, con moños
en el cabello y vestidos preciosos. Así que no me cabía duda que las niñas
debíamos vestir así. Y no se trataba de
ningúna ideología, por mí misma concluí que así debía de ser. La verdad yo
hubiera dado por loca a mi madre si me hubiera vestido de pantalón.
Las cosas cambiaron al entrar a la escuela.
Obviamente los uniformes del diario eran faldas, solo utilizábamos pánts para
el día en que nos tocaba educación física. Todos los últimos viernes de mes o
fiestas nos permitían ir de “ropa de calle”. En ese entonces los pantalones
eran más comunes y se ponían a la moda. Fue entonces cuando empezaron los
problemas. “¿Porqué usas falda?”. Era difícil para mí responder a esa pregunta.
Siempre contestaba “Es como me viste mi mamá”. Desde esas preguntas, nadie me
dejaba tranquila haciéndome preguntas o molestándome, excluyéndome y
apartándome como si fuera un objeto desechable. Además de vestir diferente, por
la forma en que mis padres me educaron en el fervor a la fe católica, a los
valores establecidos en mí ser, fui la rechazada de mi grupo. Es lo que ahora
se conoce como el bullying. Quizás no era culpa de mis compañeros el verme raro
por mi forma de vestir, ya que desde sus casas ya venían formados en una
ideología y en una cultura diferente de mis convicciones. Pero está claro que
en las escuelas, sea consiente o no, la idea es rechazar al diferente, dejando
solamente dos opciones para el descartado… O te vuelves uno de nosotros, o te
seguiremos fastidiando el resto del año escolar. ¡Cómo era difícil tener que
soportar esto! Sentía como si todo mundo te viniera encima, que no te dejaban
respirar. Y tanta fue esa presión de grupo que hasta la fecha me cuesta
socializar con jóvenes de mi misma edad, tantos años de soportarlo me han
dejado escamada. Me volví tímida con quiénes conocía, y se puede decir que tan
inocente era que no sabía como defenderme, callando simplemente y tragándome
mis penas.
Hubo en una de esas la fiesta del día del
niño. Por quererle dar gusto a mis compañeros traté de parecer lo más moderna
que pude. Me coloqué un sombrero de calor, una playera de mangas cortas, una
falda de tela, sandalias y una bolsa cruzada. Cuando llegué, hasta mis mismas
amigas que tanto yo apreciaba se burlaron de mí. “¡Miren, una pordiosera! Démosle
algo de dinero, pobrecita”. Como siempre no tuve de otra que digerir mi
angustia y mi vergüenza.
Durante casi toda mi infancia tuve que
soportar fuertemente este sufrimiento, preguntándome varias veces el porqué no
vestía como las demás, ansiando lo mejor posible poder ser aceptada. La
respuesta clara no la conseguía de mi mamá, pues ella tenía que adaptar la
explicación a mi edad. Sólo hasta que llegué a sexto grado comencé a darme
cuenta y a establecer mis convicciones acerca de porque es mejor llevar falda y
vestir modestamente.
En ese año me llegó a tocar un profesor de lo
más desordenado moralmente. En los libros de cívica y ética, siempre se
trataron los temas de la sexualidad. Sí, hablaban de lo peligroso y de las
consecuencias de tener relaciones íntimas… pero acababan afirmando que para
ello era mejor utilizar condones o abortar. Yo quedaba indignada con éstas
clases, no sé porque debían de hablarse de temas tan delicados en un salón en
donde estaban niños y niñas, y en donde se hablaban sobre las partes íntimas de
ambos sexos. ¡Era para morirse de vergüenza el que un joven escuchase lo que ni
siquiera le interesaba! Esos temas debían de ser tratados individualmente, de
parte de los padres, que son los más experimentados y que son incapaces (en su
mayoría) de infundirles a sus hijos sentimientos desordenados. Para peor de
males el profesor daba sus observaciones y no ayudaba en nada. Hablaba de que, la
razón por la que las mujeres utilizan faldas cortas es para llamar la atención a
los hombres y verse más bonitas. Que las mujeres que usan falda larga y no se maquillan
es porque creen que se ven feas. A esta
supuesta explicación mis compañeros inmediatamente se rieron…tal vez estaban
pensando en mí. Pero yo me dije... “Yo no me siento fea. Es más, creo que soy
tan bonita que no necesito maquillarme o usar faldas cortas. Yo destaco
naturalmente, me gusta como soy y nunca me atrevería a mostrar mi cuerpo.”
Pienso ahora que las mujeres son bellas y destacan naturalmente, por lo que es
innecesario usar falda corta, escotes y maquillajes. Entonces mi pregunta de
porqué yo usaba falda se convirtió en porqué las chicas visten de modo tan
atrevido que ni siquiera les conviene.
Con el
paso del tiempo fui descubriendo poco a poco el porque me convenía vestir de
modo diferente y entonces el usar falda me dio mayor seguridad, haciéndome
sentir satisfecha. Noté varias veces que las mujeres que visten indecentes al
sentarse tienen el incomodo de estarse alargando la faldita, por el sentimiento
de pudor que en todas persiste aunque sea en un rincón de nuestras conciencias.
Por lo tanto yo me pregunto ¿Para qué hacerme la vida difícil y estarme
inquietando por algo que realmente no trasciende? Si es solo para llamar la
atención entonces no me afecta en nada dejar las faldas cortas. Puedo usar
falda larga y sentirme cómoda en toda ocasión, sin preocuparme en que la gente
me voltee a ver.
Cuando por fin, un día me enteré de que mi
hermana estaba planeando hacer la página que ahora lleva el nombre de Modestia
es Belleza. Después de intercambiar ideas, se confirmaron en mí con mayor fuerza
mis motivos para vestir así. Antes el usar falda me daba vergüenza, no quería
que nadie me viera o me preguntase. Ahora, mi única preocupación al salir a la
calle, es evangelizar la modestia, dejarle algo a la gente, demostrar que se
puede ser joven del siglo XXI y ser modesta. Con todo lo que ha publicado mi
hermana en la página y con lo que yo he colaborado, he aprendido a amar la
pureza y he concluido más cosas para vestir así:
El sexo
moderado y dentro del matrimonio no es malo, sin embargo fuera es peligroso, es
como jugar con fuego sin medir las consecuencias. No está hecho para el placer,
tiene un fin en dar sin esperar nada a cambio. En dar la vida a nuevos seres,
que en este caso llegarán a ser los futuros jóvenes con nuestros mismos sueños,
con su propia historia.
Y también he aprendido, a que si las mujeres
nos vamos masculinizando, (por mucho que digamos que seguimos siendo mujeres)
después no quedará ser humano en la historia que nos pueda recordar la belleza,
la gracia y la pureza que Dios ha colocado en nosotras. Estas virtudes no se
pueden perder, si no más bien conservar. Hemos de ser delicadas flores, que
atraigan al hombre, pero no para hacerlo pecar, si no para salvarlo con la
Gracia de Dios.
Hemos de ser imagen y semejanza de Dios, no el
de los animales. Si descubrimos nuestro cuerpo, seremos entonces objeto de
placer para el hombre, como lo podrían ser la comida o la comodidad, así solo
perdemos nuestra dignidad de mujeres e hijas de Dios, haciéndonos semejantes
más a la vanidad. Sí, las mujeres requerimos de derechos, pero también es un
derecho las ser respetadas como seres humanos y no como objetos de placer. Sin
embargo para obtener un derecho, hay que inspirar a la gente a que nos respete.
Nuestro modo de vestir es como un letrero. Si nos vestimos modestamente le
decimos al mundo “respeta mi cuerpo”, si vestimos indecentes estaremos diciendo
“Objeto hecho para el placer del hombre”. Nunca vamos a provocar a un perro a
que nos muerda. Dicen que no somos libres al no poder elegir como vestir ni que
hacer. Pero en verdad perdemos nuestra libertad al ser esclavas de los
caprichos de un hombre y del pecado de lujuria.
Hoy en
día la modestia tanto en el cuerpo como en el alma se está extinguiendo. Así no
predicamos la bienaventuranza que mencionó nuestro Señor Jesucristo, cuando
dijo “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Hoy
en día los medios de comunicación a través de las modas han hecho de nosotras
lo que hacen con cierta marca de productos comerciales: querernos hacer
idénticas, sin que ninguna de nosotras seamos únicas y especiales. Ya no hay
diversidad, todo está dividido en las modas. Si alguien se atreve a seguir un
estilo propio es rechazado inmediatamente. Es como dice el Papa Francisco, “La
cultura del descarte”.
Procuremos pues, ser nosotras mismas, sin
importarnos lo que el mundo diga de nosotras, hagamos externos nuestros estilos
únicos, veámonos frescas, juveniles y femeninas. No imitemos a los demás en
cosas que realmente no importan. Que nuestro modelo no sea el de las actrices o
cantantes, ¡Que nuestro modelo de vida sea la santísima Virgen María!
Prediquemos el vestir bien, la pureza, la castidad, la santidad, no el pecado
de lujuria, la vanidad ni la soberbia. Recordemos, que somos súbditos de un reino
que no es de éste mundo, con un rey que no es de éste mundo. Por lo tanto somos
extranjeras, y como extranjeras hemos de vestir como en nuestra patria
celestial, con el vestido de la pureza y la castidad.
A mayor gloria de Dios:
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