Modestia es belleza: julio 2013

sábado, 20 de julio de 2013

¿Cómo viste un cristiano?


"La persona cristiana sabe que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que el hombre tiene una dignidad, que es sagrada. Es consciente también de que se empieza por no respetar la dignidad del cuerpo y se acaba animalizando al ser humano. Se percata de que en el mundo de la moda predomina un consumismo desenfrenado que lesiona la justicia social: unos no tienen con qué abrigarse mientras otros gastan millones en renovar constantemente su ropero. Por eso, es importante que los cristianos tengan una actitud activa en este tema. En primer lugar, con la coherencia de su ejemplo.

Hay prendas que una persona con un poco de sensibilidad, más si es cristiana, no llevará: aunque estén de moda, aunque todo el mundo vista así, aunque choque en el ambiente. Precisamente este choque hará comprender a muchos lo poco acertado que es presentarse en la sociedad con un determinado aspecto por muy aceptado que esté. La coherencia, en este campo como en muchos otros, puede ser un argumento definitivo. “Y en un ambiente paganizado o pagano, al chocar este ambiente con mi vida, ¿no parecerá postiza mi postura de naturalidad?”, me preguntas. -Y te contesto: chocará sin duda, la vida tuya con la de ellos: y ese contraste, por confirmar con tus obras tu fe, es precisamente la naturalidad que yo te pido”

Pero además de con el ejemplo personal, el hombre y la mujer cristiana tienen que ver en la moda una forma de acercar más el mundo a Dios. Antes se explicaba la relación entre la verdad, el bien y la belleza. Dios es la Suma Bondad, la Suma Verdad y la Suma Belleza, por eso es importante cuidar la belleza en el mundo. A través del vestido (...) expresamos si en nosotros hay o no amor y sencillez, si hay o no búsqueda de la verdad, el bien y la belleza; quienes confesamos con los labios haber encontrado esta Verdad, Bien y Belleza en Jesucristo, estamos siendo con nuestro modo concreto de vida, lo queramos o no, un libro abierto que lo ratifica o lo niega. (...) Hasta en el vestido, entonces, como hábito de la caridad, se percibe si nos sabemos amados por Dios y si queremos vivir en este amor la relación con los demás.

La belleza, y también la belleza física bien entendida, puede ser una forma de llegar a la virtud. El cristianismo no tiene nada que ver con el desaliño, la suciedad o el descuido de lo externo. “Caras largas.., modales bruscos..., facha ridícula..., aire antipático: Así esperas animar a los demás a seguir a Cristo?” (San José María Escrivá) Por el contrario, la armonía, la limpieza, el buen gusto y la elegancia dicen mucho de la finura de un alma.
El cristiano tendrá que compaginar el valor de la elegancia con el resto de las virtudes; con la caridad pues se presenta bien ante los demás buscando, no despertar admiración, sino hacer agradable la vida al resto de los que conviven con él; la templanza, porque debe ir bien sin malgastar, cuidando las cosas y no sustituyéndolas cada vez que cambia la temporada, ni acumulando prendas inservibles en el armario; la fortaleza para oponerse a la moda cuando ésta rebaje la dignidad de la persona, la modestia, para vestir con decencia...
Si , como hemos dicho antes, cada creador muestra en sus vestidos sus ideas sobre la persona, el diseñador que es cristiano tendrá en especial estima la dignidad del cuerpo y de la persona a la hora de realizar una prenda. Por eso, es importante que haya gente que valore esta idea del hombre y que trabaje en el mundo de la moda, para que se cree un tipo de ropa que acerque más a la belleza y a la verdad, que acerque más a Dios.

Otra conclusión es que el cristiano está llamado a cooperar en el reto de “crear un clima favorable a la educación de la castidad”. La moda puede ayudar o, al contrario, crear un clima opuesto a esta virtud. En este aspecto, todos podemos cooperar; el hombre de a pie que cada mañana elige lo que se va a poner, el diseñador que viste a la sociedad, la modelo que muestra en la pasarela estos diseños... Cada uno puede crear o no un clima de verdadera belleza y elegancia. Porque al final lo que está en juego no es un estampado, un diseño o una percha; está en juego la verdadera dignidad de la persona." (¿Que sentido tiene el pudor? Ana Sánchez de la Nieta)

Recordemos también que lo exterior debe ser reflejo de lo interior. La vida interior del cristiano es unión con Dios. El vestido no es para llamar la atención sino para cumplir con la misión de cubrir el cuerpo. Demuestra ese desapego del mundo y la relación que vive con Dios, por lo mismo la moda no es lo más importante. Nuestra prioridad es el deseo de agradar al Purísimo Cordero y a su Madre.

Pedimos a la Virgen que todos los cristianos descubran la belleza de vestir con modestia.

Bibliografía
Viene el verano: ¿Que sentido tiene el pudor?¨Ana Sánchez de la Nieta

sábado, 6 de julio de 2013

La modestia hacia el matrimonio cristiano


Decíamos en el artículo anterior que hombre y mujer están heridos por el pecado original, por lo que es necesario restaurar la naturaleza caída. El matrimonio es un sacramento que permite sanar esas heridas.

En el contexto de la sociedad actual se promueve que las chicas vistan de forma provocativa para llamar la atención de los chicos, como si el único medio de hacerse admirar y captar miradas fuera usar la menor cantidad de ropa posible.
Esto pone por debajo la dignidad de la mujer. Eres valiosa según el cuerpo que tengas dice la TV. Cuando en realidad toda mujer por el hecho de ser mujer es bella.

Los jóvenes que están buscando una compañera para la vida ¿en que se fijan? Obviamente voltearán a ver a estás muchachas pero no las tomarán en cuenta como una opción seria. Parece que los jóvenes que salen con una niña que viste de forma provocativa no buscan algo serio con ellas, posiblemente una relación de noviazgo sí, pero no con fines al matrimonio o a pasar toda la vida juntos.

El catecismo de la Iglesia católica nos dice sobre el matrimonio lo siguiente:
"1602 La sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26- 27) y se cierra con la visión de las "bodas del Cordero" (Ap 19,9; cf. Ap 19, 7). De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su "misterio", de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación "en el Señor" (1 Co 7,39) todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (cf Ef 5,31-32).
1604 Dios que ha creado al hombre por amor, lo ha llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,2), que es Amor (cf 1 Jn 4,8.16). Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador (cf Gn 1,31). Y este amor que Dios bendice es destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra común del cuidado de la creación
1605 La Sagrada escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro: "No es bueno que el hombre esté solo" (Gn 2, 18). La mujer, "carne de su carne" (cf Gn 2, 23), su igual, la criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios como una "auxilio" (cf Gn 2, 18), representando así a Dios que es nuestro "auxilio" (cf Sal 121,2). "Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne" (cf Gn 2,18-25). Que esto significa una unión indefectible de sus dos vidas, el Señor mismo lo muestra recordando cuál fue "en el principio", el plan del Creador (cf Mt 19, 4): "De manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19,6)."
El noviazgo es la preparación para el matrimonio, para que hombre y mujer se unan para toda la vida en el amor. Pero el que ella vista de forma provocativa puede poner en peligro la relación ya que fomenta la vanidad en ella y el deseo en él. Con el paso del tiempo ella solo buscará gustarle físicamente y él la buscará a ella por el deseo no por amor o por sus virtudes. Con el paso de los años la belleza física se va perdiendo y si el novio se enamoró de ella solo por la figura ese amor se perderá con el tiempo.

Al vestir con modestia como ya indicamos anteriormente la jóven permite que el varón se fije en ella por lo que ella realmente es, por todo aquello que la constituye, esto es por sus virtudes, cualidades belleza física, belleza del rostro, inteligencia, gustos... en una palabra permite que el novio la vea de manera completa y no parcial.

El p. Horacio Bojorge dice que para sanar la herida del pecado original por el cual el hombre quiere poseer a la mujer y la mujer dominar los actos y el alma del hombre San Pablo da el siguiente consejo:
"17) El remedio cristiano lo propone Pablo en la carta a los Efesios: ¿al varón que le dice? "Tenés que amar a tu mujer como Jesús a la Iglesia, es decir, morir por ella." ¿Sos capaz de morir por tu mujer? ¿Sos capaz de morir por lo menos a tus instintos y a tu pasión? Tenés que mortificar tu pasión para alcanzar la castidad. "¡Padre, qué está diciendo! ¡pero si eso es imposible!". Esto no lo dice nadie en el mundo de hoy pero es lo que hay que decir porque esta es la verdad. Y los que dicen que la castidad para el varón es imposible mienten o se engañan.

18) Y a la mujer ¿qué le dice Pablo en la carta a los Efesios? Tenés que obedecer a tu esposo (que es peor que morir). Y en eso consiste la restauración maravillosa de la herida del pecado original en él y en ella. El varón aprende a morir por su esposa, la ama como Cristo a la iglesia y es capaz de ofrendar y descubrir que muriendo a su pasión, encuentra una felicidad mayor que es la felicidad humana, porque la otra lo baja a lo instintivo. Y ella aprende a obedecer y se salva de su afán de dominación. Se restablece la salud primitiva en cada uno de ellos. El hombre adquiere el dominio de sus pasiones, la mujer se baja de su ambición angélica excesiva y los dos se encuentran como Cristo y la Iglesia en la verdadera caridad.

19) ¿Pero entonces la felicidad humana excluye el elemento físico, corporal? No, supone necesariamente como expresión del amor. Pero para expresarlo también lo sacrifica. El amor necesita sanar mediante la gracia sacramental la naturaleza herida, porque debido a ella, la sexualidad tiende a deshumanizarlos, a pesar de la mejor buena voluntad y hasta a pesar de llevar una vida de sacramentos y piedad. La castidad es aquella virtud que devuelve a la persona la integridad perdida por el pecado original e integra su sexualidad en la persona (CIC Nº 2337 ss.).

20) Las pasiones quitan el autodominio y el que no es dueño de sí mismo no puede entregarse, como lo exige la felicidad conyugal que se alcanza por la entrega sincera del uno al otro. "La voluptuosidad propia del sexo, - dice Abelardo Pithod - al hacer perder al alma su autodominio y señorío, la deja con una fuerte sensación de que se ha perdido, por unos pocos instantes, a sí misma. Que se ha entregado y sometido enteramente a la vehemencia de lo biológico y pasional. Que ha caído, por un momento, bajo el dominio animal. La propia imagen de dignidad de la persona espiritual, dignidad que se basa en cierto dominio sobre sí y sobre el cuerpo, se ve como ultrajada"
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21) La salvación cristiana, vino a restaurar, como lo dice Jesús: ´lo que era en el principio´. Es decir, una sexualidad humana oblativa según el designio divino creador. De esa manera es posible sustituir el modelo posesivo que había sobrevenido a consecuencia del pecado original y era el corriente en el mundo de la humanidad irredenta. El mismo modelo, por otra parte, del que cada pareja de esa humanidad está presa, hasta que por la fe y la gracia sanadora del sacramento matrimonial, accedan ambos a la posibilidad de vivir según el modelo de la cultura esponsal católica. El varón cristiano ya no se relacionará posesivamente con el cuerpo de la esposa, sino que lo amará como a su propia carne. Y ella confiará en su esposo y podrá obedecerle gozosamente."

Bibliografía
Catecismo de la Iglesia Católica
La casa sobre la roca P. Horacio Bojorge